Estrellas de Buena Vista y más: ¿Por qué? ¿Para qué?

Estrellas de Buena Vista y más: ¿Por qué? ¿Para qué?

Las grandes obras, aquellas imperecederas, generan todo tipo de réplicas.

Nadie tiene la menor duda de que el fenómeno social-musical que, por los años 90, y bajo el nombre de BUENA VISTA SOCIAL CLUB, recorrió el mundo, sacó de sus sillones a los aletargados, revolvió timbres y estructuras rítmicas, sorprendió a los mayores como si algo de su vida estuviera regresando, y a los jóvenes con un sonido prácticamente desconocido en sus tan updated entornos, tuvo esa rápida, inquietante, cercanía a lo imperecedero.

El entorno en que se mueven muchos de nuestros músicos invitan, en lo cotidiano, a una o muchas sillas, que, como en la canción de Silvio Rodríguez: los invitan a parar.

Una buena cantidad de decenas de agrupaciones musicales, fuera y dentro de Cuba, han preferido jugar al flojo.

La fórmula está escrita. Usted toma unas cuantas canciones del BVSC, trata de ser “absolutamente fiel” a aquellos arreglos, busca preferiblemente algunas voces ya gastadas por el tiempo, habla de Compay Segundo es sus actuaciones como previa para atacar con el “Chan Chan”. Ahí termina, no sin antes pasar por El cuarto de Tula, El carretero, o alguna canción trovadoresca tipo Veinte años y Dos gardenias.

Es una fórmula que ha funcionado. Que sigue funcionando.

Puede ser que siga dando algunos ingresos nada despreciables.

Y entonces, ¿por qué este esfuerzo gigantesco por encontrar la verdadera saga?

¿Qué distingue este Proyecto Estrellas de Buena Vista y Más, de todo lo que hemos experimentado?

La primera razón está en la misma pregunta. Estrellas de Buena Vista y Más no es un grupo para estar sentado, pero no es necesario estar de pie. No tiene usted que saberse las canciones, tal vez no sean las que usted creyó únicas. Es un grupo para experimentar todas las vivencias de una época y de sus ramas abriéndose paso al porvenir.

Es común sacar la cuenta de cuántos fundadores están en la agrupación. Sí los hay. De hecho, en sus presentaciones siempre está el homenaje merecido.

Pero en la música cubana, cada músico nuevo que vino a un conjunto, le aportó un detalle (mayor o menor, pero significativo).

Lo que sí hace falta es un arquitecto mayor. Nadie ha tenido la mano, la inteligencia, la sabiduría y el propio virtuosismo del Maestro Pancho Amat. Ahí está la segunda razón. Donde esté Pancho, habrá pureza, tradición, rigor, pero también habrá transgresiones como las que necesita el oído contemporáneo para enfrentar esa maravilla.

Tal vez, a estas alturas, bien valdría la pena ayudar con un poquito de historia.

Buena vista

Por sus calles estrechas no pasaban los ómnibus ni los tranvías. Nadie tenía un buen carro para ir al trabajo, pero había obreros y empleados de cualquier oficio que estaban comenzando a armar un barrio que los acercara a lugares donde ganarse el pan. Nueve décadas después, su nombre sería tan universal como la música que ha acompañado a los cubanos por más de un siglo.

Ya sabemos que esa música siempre ha sido un referente mundial, un santo y seña para la convocatoria a la alegría, el baile, el jolgorio, la fiesta del espíritu y el motor de los más impresionantes movimientos danzarios. Se dice, con razón, que los cubanos llevan el ritmo en su sangre, y el fuego del Caribe español y africano visible hasta en el más inocente caminar de una cubana.

Sabemos también que muchos de los hombres y mujeres que construyeron el son, la guaracha, el danzón o la belleza simpar de la trova (incluso los que pudieron brillar en los medios de entonces, los discos de entonces, los salones de entonces) no llegaron a ser ricos ni pudientes. Muchos fueron desapareciendo en la pobreza, tuvieron que vivir de otros oficios. Dejaron a su familia y a su gente sólo la maravilla de su ingenio y su sabrosura.

Juan de Marcos y Afro-Cuban All Stars

Siempre inquieto, siempre buscando, Juan de Marcos González había sido fundador del grupo Sierra Maestra en la Universidad de La Habana. Era un llamado importante a los jóvenes, que empezaron a comprender de dónde venían algunas de sus alegrías. Luego formaría una banda que llamó la atención de músicos y productores cercanos a la industria musical: Afro-Cuban All Stars.

Siguiendo esa línea, junto al guitarrista e investigador Ry Cooder, va directamente a encontrar su producto definitivo. Bastó poner en orden sus notables conocimientos de la realidad de la música tradicional cubana, y encontrar aquellos artistas.

Buena Vista Social Club

Por ahí andaban algunos sobreviviendo como podían.

Ibrahim Ferrer lustraba zapatos que no siempre daban para comer. Antes había sido la voz inconfundible de El platanal de Bartolo (un hit nacional de la Orquesta de Chepín Chovén) y la reconocida voz prima de los coros de Pacho Alonso y sus Bocucos.

Puntillita (Manuel Licea) había pasado por la famosa banda de Julio Cueva, (donde encontró su verdadero nombre con el Son de la Puntillita). Pero ese nombre, y todo su oficio de cantor se iba perdiendo en el recuerdo. Juan de Marcos lo busca y lo incorpora a los Afro-Cuban All Stars. De ahí que llegara en el primer momento del nuevo proyecto, en la mismísima fundación de BVSC.

Pío Leyva había encontrado espacios en algunos importantes conjuntos y orquestas de los 50, como el Sexteto Habanero. Había compuesto uno de los temas definitivos de Benny Moré: Francisco Guayabal. Dando tumbos mejores y peores, compuso El mentiroso, que lo llevó al estrellato.  Fue, además, el autor de María Caracoles, el más conocido mozambique de aquellos con que Pello el Afrokán había arrasado dentro de Cuba. Era fácil verlo tomando su café frente a Radio Progreso, y hablando de lo humano y lo divino.

Rubén González había conocido desde la charanga de Paulina Álvarez (la emperatriz del danzonete), hasta el combo de Senén Suárez, pasando por el conjunto de Arsenio Rodríguez, la Orquesta América y la Orquesta Riverside. Ya en los 80, no sintió ganas de seguir, y se regresó a su vida privada. Fue otro de los convocados para Afro-Cuban All Stars. También por eso, estuvo en el primer BVSC. Supo de nominaciones al Grammy y los Oscar, y produjo un excelente disco como solista.

Cachaíto López era incansable. Algo de ello le debe haber llegado con la familia, en la que coexistían su tío Cachao López y el “creador” del mambo, Orestes López. Estuvo treinta años tocando en la Orquesta Sinfónica Nacional, compartiendo su tiempo con agrupaciones como Arcaño y sus Maravillas, la Orquesta Riverside, la Orquesta de Música Moderna, el Quinteto Cubano de Jazz (junto a Chucho Valdés y Paquito D’Rivera). Igual lo encontrabas en una descarga en un bar desconocido donde la gente quisiera “oír”.

Otros ya eran leyendas, como Francisco Repilado (Compay Segundo), con aquel armonio construido a su manera, su poderosa voz junto a Lorenzo Hierrezuelo cantando Sarandonga, traicionado por Macusa y perseguido por las mujeres de Mayarí. Con todo, su luz parecía irse oscureciendo en los vaivenes de la industria musical.

Eliades Ochoa había sustituido al inmortal Pancho Cobas en el incombustible Cuarteto Patria, y había comenzado a tomar lugares importantes en el tremendo escenario que es Santiago de Cuba. Pudo contar incluso con Compay Segundo a finales de la década de los 80. Era el benjamín de los convocados.

Omara seguía siendo Omara, más allá de toda la historia de encantamientos con que cargaba. Única, irreverente, irrepetible, deseosa siempre de nuevos retos. No habría lugar para comentarios, ni espacio para su grandeza.

Todo en su lugar

Hemos visto con cuánto desenfado, con cuánta amplitud de miras se fundó el proyecto original (que, al principio, ni proyecto era).

Fueron los deseos, las mañas de los mayores, la intrepidez de cualquier joven que entrara al estudio.

Entonces, ¿qué distingue el proyecto ESTRELLAS DE BUENA VISTA Y MÁS?

La fidelidad al espíritu de esa generación y de todas las que han hecho grande su nombre.

Tomado de Cubadebate

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